martes, 14 de enero de 2020

Herencia

Día feliz

El capitán Jaramillo le hace saber a su esposa cuan feliz y orgulloso está por el nacimiento de su cuarto hijo. Él no está en Chota al lado de ella, Esperanza. El capitán ha sido destacado a Piura y le escribe: “Ya imaginarás el enorme gustazo que tu noticia me ocasionó, por la doble razón de tratarse de un nuevo “picolicho” y de que no hayas sufrido en su alumbramiento”. Prosigue él, pluma en mano, escribiendo la carta con su educada caligrafía en la hoja que lleva el membrete del Hotel Colón. Sus líneas fluyen explayándose también sobre la cada vez más lejana posibilidad de retorno con los suyos, se queja de sus superiores del ejército incapaces de tomar una decisión sobre su nuevo destino. El país es un pandemónium, se respira un aire de anarquía, y el capitán vislumbra otra solución a mediano plazo: “Hemos pensado que es mejor que marche á Lima, a pedir mi reposición. No estaré allá sinó el tiempo indispensable: ocho ó quince días, tal vez, si solo de un vapor a otro”. El mozo pide permiso y deja sobre la mesa el quinto vaso de limonada fría. El capitán agradece y le da un buen sorbo. Está hastiado del calor “madónico” de Piura. Así se lo expresa a Esperanza. El norte tiene lo suyo y el calor, a lo largo del año, es lo suyo, pero en febrero, en este febrero de 1931 pareciera el mismo infierno. Sin embargo el capitán no pierde el humor, lo desborda la alegría por el recién nacido, y fantasea con el momento del reencuentro familiar: "Quiero encontrarlos muy sanos y muy agradables, para hacerles todo el cariño que día a día, en mi ausencia, viene haciéndose cada vez mayor".

Esperanza y José Aurelio con sus hijos (1932)
Pepe, Chale, Coco (el mayor) y Yone Jaramillo Rivera

Esta es la última carta de mi abuelo José Aurelio Jaramillo Lazarte para mi abuelita Esperanza Rivera. La última de un grupo de trece cartas que mi madre, su hija, me entregó alguna vez. La memoria no me ayuda a precisar el momento en que Mamá me las dio, acto que hoy me parece entrañable y valiosísimo. Mi herencia. Sostengo el papel amarillento y delicado con las palabras del capitán que testimonian el amor y devoción hacia su esposa y sus hijos. Pero una frase, un deseo sobre su prole, antes de despedirse de su “querida Cholaca” me deja profundamente intrigado: “Remíteme la medida de tu calzado y otra, muy bien tomada, para ver si es posible traerte un buen vestido, como premio al “completamiento feliz” y para que no hayan más, que con cuatro sobran...”. Que con cuatro sobran, dice. Y con puntos suspensivos.


Un domingo invitamos a almorzar a mi madre a un restaurante. Mi esposa Carla estaba en el séptimo mes de embarazo de nuestra esperada hija. La octava nieta de Mamá. Era setiembre del 2008. En aquel entonces mi madre, de 75 años, estaba en los inicios de su alzheimer y nos sorprendía a veces con comentarios fuera de lugar. Los entendíamos como signos de la enfermedad. Antes solía ser muy formal, también cauta y juiciosa. Que acepte tomar una copa de vino en tanto llegaba la comida ya era raro, pero me dio gusto también. Yo, obstinadamente (ahora lo juzgo así), siempre le tocaba ciertos temas buscando “despertar” su memoria. -Falta exactamente un mes para mi cumpleaños, Mami. El 14 de octubre es. Cumplo 41...- le dije alzando la copa para brindar. Ella miraba su copa posada en la mesa y casi reclamándome dijo que por supuesto que sabía que el 14 de octubre era mi cumpleaños. -¡Cómo no me voy a acordar si yo decidí tenerte! Esa noche era mi cumpleaños y me dije voy a tener otro hijo más... ¡y va a ser varón!- Alzó su copa y brindó carcajeándose con picardía. Entre sorprendidos y emocionados, mi esposa y yo, brindamos con ella. La certeza de su deseo, su plan, me sobrepasó. Continuó relatando más detalles de aquella noche. Yo, pudoroso, esperaba que no llegase a tantos detalles. Felizmente no lo hizo. -Tenía mis dos hijas, mi hijo varón y quería otro más. Y nueve meses después ¡chas!... Naciste tú-. Concluyó con un leve golpe en la mesa, mirándome a los ojos con una plácida sonrisa.

El capitán Jaramillo retornaría meses después a Chota, como Jefe Provincial. Por fin podía ver crecer a sus 4 hijos al lado de su esposa Esperanza. Pocos años después contraviniendo sus planes o, simplemente, dejándose llevar por sus deseos vieron nacer a su quinto "picolicho" el 15 de enero de 1933. ¡Otra chinita hermosa! diría él con sus modismos llenos de cariño: Claudia Enriqueta Jaramillo Rivera. Ketty. Un día feliz para los esposos. Un día memorable para todos los que tanto te amamos, Mamá.


Ketty y Guely Jaramillo Rivera, la quinta y 
el sexto hijos de Esperanza y José Aurelio.


Carlos Salinas Jaramillo
Lima, enero del 2019

2 comentarios:

  1. Pulcro comentario de dos concepciones. Si la primera fue confiada al papel hace noventa años y aun se puede leer, créo que habría que considerar imprimir esta para que vayan juntas por el tiempo.

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  2. Definitivamente Guely. Estoy revisando la manera ideal de hacerlo y que el documento se reproduzca fielmente y, sobre todo, de manera legible. Gracias por tu comentario!

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