No
te calles
Italo
sube por la escalera de caracol. Bolsas en mano. Antes que llegue a
la azotea alcanza a escuchar los gorjeos expectantes de sus vecinas. Hace una pausa
para echar un vistazo al mar como todos los días, pero esta vez la
pausa se torna en contemplación, reflexivo cierra los ojos y la
brisa mañanera infla sus pulmones, celeste que te cueste en el cielo
y el sol desperezándose detrás de su minidepa alquilado en el
tercer piso de una casa miraflorina. Paz se quedó el fin de semana.
Y hoy se lo tiene que contar, hoy tiene que ser. Las palomas lo esperan con
real devoción en el techo de calamina, otras en las paredes y ventanas de ladrillo del minidepa de al lado que está a medio construir.
Saben que llegan sus suculentas migajas de pan, por montones. ¡Al
ataque! aletean ellas, se atropellan... muy pocas blancas, las más
gris rata y no muchas de plumaje color capuccino
con toque de verde en anillo alrededor del cuello. Inflando sus
buches exigen el desayuno dominguero de este verano que se asoma
con toda su luz y todo tu calor.