Día feliz
El
capitán Jaramillo le hace saber a su esposa cuan feliz y orgulloso está por el nacimiento de su cuarto hijo. Él no está en Chota al
lado de ella, Esperanza. El capitán ha sido destacado a Piura y le
escribe: “Ya imaginarás el enorme gustazo que tu noticia me
ocasionó, por la doble razón de tratarse de un nuevo “picolicho”
y de que no hayas sufrido en su alumbramiento”. Prosigue él, pluma en mano,
escribiendo la carta con su educada caligrafía en la hoja que lleva el
membrete del Hotel Colón.
Sus líneas fluyen explayándose también sobre la cada vez más lejana
posibilidad de retorno con los suyos, se queja de sus superiores del ejército
incapaces de tomar una decisión sobre su nuevo destino. El país es
un pandemónium, se respira un aire de anarquía, y el
capitán vislumbra otra solución a mediano plazo: “Hemos pensado
que es mejor que marche á Lima, a pedir mi reposición. No estaré
allá sinó el tiempo indispensable: ocho ó quince días, tal vez,
si solo de un vapor a otro”. El mozo pide permiso y deja sobre la
mesa el quinto vaso de limonada fría. El capitán agradece y le da
un buen sorbo. Está hastiado del calor “madónico” de Piura. Así se lo expresa a Esperanza. El norte tiene lo suyo y el calor, a lo largo del
año, es lo suyo, pero en febrero, en este febrero de 1931 pareciera
el mismo infierno. Sin embargo el capitán no pierde el humor, lo desborda la alegría por el recién nacido, y fantasea con el momento del reencuentro familiar: "Quiero encontrarlos muy sanos y muy agradables, para hacerles todo el cariño que día a día, en mi ausencia, viene haciéndose cada vez mayor".
Esperanza y José Aurelio con sus hijos (1932) Pepe, Chale, Coco (el mayor) y Yone Jaramillo Rivera |
Esta
es la última carta de mi abuelo José Aurelio Jaramillo Lazarte para mi
abuelita Esperanza Rivera. La última de un grupo de trece cartas que
mi madre, su hija, me entregó alguna vez. La memoria no me ayuda a
precisar el momento en que Mamá me las dio, acto que hoy me parece
entrañable y valiosísimo. Mi herencia. Sostengo el papel
amarillento y delicado con las palabras del capitán que testimonian
el amor y devoción hacia su esposa y sus hijos. Pero una frase, un
deseo sobre su prole, antes de despedirse de su “querida Cholaca”
me deja profundamente intrigado: “Remíteme la medida de tu
calzado y otra, muy bien tomada, para ver si es posible traerte un
buen vestido, como premio al “completamiento feliz” y para que no
hayan más, que con cuatro sobran...”. Que con cuatro sobran, dice. Y con puntos suspensivos.