El
trabalenguas, trabalenguas
La limosina
se abre paso lentamente entre el grupo de entusiastas peruchos y sale
del aeroparque llevando al ilustre visitante. El calor matinal es
abrasador. El vehículo pasa entre holas, vivas y “qué guapo” de
las señoras. Y cuando está precisamente a mi lado, con la
ventanilla abajo, lo veo sonriente y expectante, así que estiro la
mano abierta y nos saludamos firmemente. Yo de 18 años y él, el
presidente del Perú, de 36.